REYES MAGOS vs PAPA NOEL ( la contención vs la inmediatez).
(Por Marcelino Hernández del Rey, estudioso, coleccionista y amigo)
Las personas vivimos el presente, esa es nuestra única realidad, aunque también seamos capaces de rememorar nuestro pasado y a su vez fantasear sobre el futuro.Resulta tan fácil y por lo tanto frecuente, que la idealización del futuro, siempre incierto, ya sea por la magnificación de acontecimientos previstos o la concepción de situaciones idílicas, termine apropiándose del presente cierto y muchas veces desatendido.
El estar muy pendiente de lo venidero, el solo esperar el cumplimiento de la felicidad en supuestos futuros, en definitiva, el vivir hoy para lo que pase en el inalcanzable mañana, nos roba el presente y por lo tanto la vida.
Algo muy distinto ocurre cuando un futuro cierto nos proporciona un presente de deleitación en la expectativa de su inexorable cumplimiento. Es decir, cuando la preeminencia de un hecho conforma de manera creciente nuestro presente mediante la orientación de nuestra atención, imaginación y actos, hacia la configuración fantástica del hecho feliz que viviremos.
- Al periodo que trascurre desde los primeros inicios de atención hacia el hecho futuro gozoso y su manifestación, le llamamos expectativa feliz. Y éste, es el asunto de mi intervención.
La infancia es un mundo de certidumbres, casi todas felices, con el paso de los años éstas se van diluyendo hasta desaparecer y al llegar a la edad adulta la única certidumbre que tenemos resulta trágica.
Certidumbres de la infancia son: el indestructible vinculo de los padres, la solidez del hogar, también el ambiente emocional y moral en el que vives… De todas las certidumbres, unas materiales y otras emocionales o espirituales, una de ellas resulta mágica, y en ella reside el anclaje que configura el universo de la infancia. Un mundo ideal, un destello de eternidad para la humanidad, una circunstancia feliz. Y esta circunstancia es la festividad de los Reyes Magos de Oriente.
En el día de Reyes se produce el hecho insólito e inexplicable, por tanto mágico, de la satisfacción de un sueño fantástico y largamente esperado, sueño que se materializa con la aparición una mañana en el salón de casa de los más bonitos juegos y juguetes que tanto hemos anhelado.
Es tan potente el shock festivo, es tanta la ilusión que ese día genera en el niño, que su expectativa es pródiga en fantasías y deleites. Todo el espacio ilimitado de ensoñación, todo ese largo adviento en sí mismo, esta colmado de dicha infantil.
Si bien al inicio del curso escolar, en el lejano septiembre, ya definimos nuestras metas en las fechas navideñas, y en octubre y noviembre las miradas del niño se empiezan a deslumbrar ante escaparates, es en el mes de diciembre con los adornos de calle y establecimientos, ferias navideñas y concretamente cuando se inician las vacaciones escolares, cuando el niño entra en su secuencia fantástica y feliz. Son esos días que van del 22 de diciembre al 5 de enero cuando la visita a grandes almacenes, las cábalas con los hermanos, la confección de la carta de Reyes y el seguimiento de la Cabalgata, generan una expectativa feliz en el cumplimiento de esa certidumbre mágica: El Día de Reyes.
Esa espera, esa larga espera en el crono infantil, esa contención del deseo, esa paciencia casi suficiente se combina con la expectativa feliz y configura el ámbito de disciplina que el niño debe también aprender.
No es el motivo de este articulo la confrontación entre la festividad de Reyes y la de Papa Noel, asunto sobre el que trataré en adelante en otra ocasión. Pero sí en la medida que la celebración de Papa Noel o la costumbre de regalar juguetes en Navidad atenta contra la festividad de Reyes, los aspectos formativos del niño y en particular sobre su feliz expectativa, motivo de este artículo, y todo lo que ella supone, que me veo en la obligación de denunciar su nociva praxis.
Papa Noel arrasa con un periodo de fantasía, ilusión, y como hemos dicho de expectativa feliz. Arrebata al niño el 50% de lo que supone la festividad de Reyes.
El niño que empieza sus vacaciones en torno al 22 de diciembre y tiene sus regalos en la noche del 24 o en la mañana del 25 ha sido devorado por la cultura de la inmediatez. Su deseo es satisfecho, no solo privándole de un adviento feliz donde la imaginación, el deseo, la espera adornan de mucho más valor el regalo esperado, sino algo mucho peor y que trasciende en la configuración de su formación que la espera proporciona, al obviar los valores de la paciencia, la doma del espíritu y la contención.
Los comportamientos de satisfacción inmediata están hoy presentes en casi todos los ámbitos de la vida y configuran de manera creciente desde la misma infancia y quizá en este periodo alcanzando su más acendrado valor, una cultura generalizada, donde la obtención rápida, la satisfacción inmediata del cumplimiento del deseo o de la necesidad, se eleva a la categoría de derecho doctrinal de principio exigible y perentorio con preeminencia sobre todo lo que no sea en definitiva el cumplimiento de mi voluntad que en la mayoría de las veces es capricho.
Hemos dicho que la infancia es el ámbito donde este hecho se manifiesta de forma más vehemente. Y de hecho la infancia es la semilla de este comportamiento, pues el niño es capricho, arrebato e irracionalidad. La educación en la contención lo adiestra para la regulación de sus necesidades y deseos, tanto físicos e intelectuales, haciéndole capaz a partir de un momento de iniciar un proceso de control que termina en la madurez del joven.
La falta hoy en educadores- padres y maestros- de autoridad, la permisividad descontrolada, la sociedad consumista, la tiranía del niño y la idolatría y postración del adulto ante él, han suprimido el proceso por el que el niño era educado en el esfuerzo, la contención y la renuncia en ocasiones.
Bien, pues al niño que le damos los regalos en Navidad y le sustituimos la festividad de los Reyes Magos el día 6 de Enero por Papa Noel el 25 de diciembre, le estamos también desarmando ante la vida pues sus padres pueden incluso más allá de la edad razonable satisfacer alguno de sus caprichos, pero para la mayoría de las personas, y a partir de un momento, los objetivos en la vida sólo se alcanzan con tiempo, preparación, capacitación, esfuerzo y renuncia. Y en su preparación, expectativa y consecución se suele hallar la mayoría de las veces un gran goce que se convierte en indescriptible cuando los consigues habiendo superado todos los obstáculos.
Por último, la mesura en todo evita el empacho. La interrupción temprana del disfrute de los juguetes de Reyes, debida a la vuelta al colegio el día 8 de enero, evita el desinterés por lo nuevo que se produce en el niño que recibe sus juguetes en Papa Noel el día 25 de diciembre y para el que los 13 días siguientes terminan convirtiéndose en hartazgo. A diferencia de ello los solo 2 días de que dispone el niño que recibe sus juguetes el día 6 de enero, no colman ni por asomo sus ansias de juego y disfrute de los nuevos juguetes, al tiempo que le generan nuevas ilusiones y expectativas en la espera de la vuelta a casa diaria para su renovado encuentro, siendo el primer fin de semana después de Reyes, otra apoteosis de felicidad.
Esta expectativa y contención primero y la dosificación después, abundan en las ventajas formativas del niño, dan valor y mayor aprecio a lo poseído y vacunan contra el exceso y el capricho.
Concluyo pues, que independientemente de todas las circunstancias que avalan, adornan y justifican la celebración de la festividad de los Reyes Magos de Oriente para nuestros niños, tanto de orden cultural, religioso, histórico, estético y mágico – y que trataré en otro momento – sólo en atención a los aspectos de expectativa feliz, formativos y creativos del niño, condeno a Papa Noel a ser desterrado a sus orígenes boreales.
En Madrid, a 2 de Diciembre de 2015